Testimonio de una mujer pionera
Beatriz Álvarez, fundadora y directora
En la década del 90, con Mafalda bien afianzada, sentimos la necesidad de comenzar con el ciclo primario. Queríamos darle continuidad a nuestra propuesta pedagógica, que incorporaba lo lúdico al aprendizaje, como un medio de estimular el razonamiento, la curiosidad y la creatividad.
Para ello nos unimos tres socias: dos psicólogas y una maestra con un posgrado en Dirección de Centros Educativos.
Juntas emprendimos la instrumentación de un proyecto educativo sólido y actualizado, y la búsqueda de un terreno en la zona para construir nuestro colegio, pues queríamos dar la seguridad de la continuidad a las familias que habían depositado su fe en nuestro proyecto.
Para ello fue fundamental el apoyo e interés demostrado por trece familias de Mafalda, que en marzo de 1994 se convirtieron en nuestra primera generación, para quienes no tenemos más que palabras de agradecimiento.
Poco a poco, fundamentalmente en base a las recomendaciones de los padres, fuimos creciendo hasta llegar a lo que somos hoy. Pasamos de un pequeño colegio de una planta a tres edificios adyacentes, que albergan salones amplios e iluminados, taller de plástica, sala de música, biblioteca, sala de tecnología, cancha de fútbol, gimnasio y piscina climatizada. Y también adquirimos una quinta de 14 hectáreas en Melilla, a 11 km. de Montevideo, cuyas fotos podrán ver en estas páginas.
Desde un principio planificamos un Colegio con una atención personalizada a nuestros alumnos y a sus familias. Al crecer, decidimos invertir en plataformas educativas, pasando a integrar Cambridge Assessment International Education, y dando un lugar relevante a la formación en TAC, en técnicas de estudio, en el deporte y en lo artístico. Nos propusimos dar una sólida educación en valores, para lo cual integramos habilidades socioemocionales, mindfulness y yoga.
Hoy podemos enorgullecernos de lo que hemos logrado, ofreciendo una enseñanza de calidad, en un local físicamente pensado para ello. Nuestro sueño sigue siendo el mismo: que el aprendizaje sea un placer, que se base en la curiosidad, la creatividad, la experimentación, el cuestionamiento y el descubrimiento, transmitiendo a nuestros alumnos el placer que nosotros experimentamos al aprender, acompañándolos y guiándolos en ese camino.